NO CORRAN
No corran. Pensé.
Y después de agarrar aire y valor grite:
-¡No corran! No corran...
Pero nadie me hizo caso, empezaron los empujones y los pisotones, y obviamente también las mentadas de madre. Todos buscaban desesperadamente un rincón de esperanza, un lugar donde no los hiciera temblar la ansiedad, el temor y el miedo. Entre las calles se perdía la misericordia entre explosiones de gargantas ensangrentadas, mientras que en el cielo las señales se hacían más pesadas y profundas. Ecos y crueles destellos. No hubo nadie que no fuera invadido por la angustia: Los más débiles reunidos y rendidos, inmóviles bajo los marcos de las puertas rasguñándose. Los más fuertes persiguiendo con sus manos bien apretadas el refugio.
Pero nadie me hizo caso. -Es solo agua, es solo lluvia... lluvia.


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